domingo, 28 de octubre de 2018

¿Quién habría de ser procesado? Fragmento del Libro "Delfín Alonso"


Lo que en resumen significa que Casildo, de alguna forma u otra, conocía a quien sería su verdugo, y no sólo que se defendía, si no que acusaba a éste de ser acomplejado converso, a tal punto que llegara a ocupar un puesto en el cuerpo creado expresamente para purgar a los miembros de su propia raza para desde allí perseguir a los que no se subyugaban como él. Note Vuestra Merced la extrema ironía que aquello, de ser verdad, fuese el caso.

A propósito de esto me llega a la mente un acertijo con moraleja que me contó nada más y nada menos que un antiguo inquisidor años más tarde.
Pongamos el caso de dos hombres con vidas harto distintas en lo relativo a la fe. El primero es muy casto, paga su diezmo siempre y no se salta una misa. Siempre que comete o cree haber cometido pecado, acude de inmediato a la Capilla y da noticia de su falta, en aras de ser perdonado. No lleva joya alguna en el cuerpo, todo lo contrario; sólamente una humilde cruz de madera que lleva al cuello adorna su vestimenta.
El segundo hombre es iracundo, gusta de la caza, vive alejado del resto y de modo autosuficiente con tres hijos varones a las afueras del poblado. A diferencia del primero, va pocas veces a misa, rara vez se confiesa, y a veces falla en el diezmo. Ambos hombres, por motivos irrelevantes, son acusados de criptojudíos, o lo que es lo mismo, practicar su fe original pasando por alto la nueva habiéndose convertido.
El primero se muestra altamente nervioso ante dicha acusación, a tal punto que poco salva del llanto, y acude rápidamente a su servicio religioso para que interceda por él.
El segundo hombre, al ser acusado, se muestra absolutamente tranquilo, y de hecho en el momento en el que van a por él, hace el amago de llamar a sus tres hijos y batirse a tiros con los inquisidores, caso fuere quisieran éstos llevárselo por las malas en contra de su voluntad.
Ambos juicios se suspenden, y por alguna razón, los dos hombres se encuentran finalmente una mañana de domingo en la misma misa, en el mismo templo. A la salida, sólo uno de ellos es prendido por sorpresa, llevado a juicio y procesado. ¿Cuál de los dos cree Vuestra Merced que es el culpado?
La respuesta es que no hay respuesta por muy claro que parezca, ya que nunca se dió el caso. Dicho acertijo se hacía, de hecho, para comprobar la fe del que era cuestionado una vez éste contestara. Para algunos el primero tenía miedo de ser descubierto, revelando así su engaño, mientras que el segundo estaba muy seguro de su hidalguía; no obstante, el primero servía bien a su catecismo, mientras que el segundo llevaba una vida poco leal a la Iglesia, de manera que resulta cuanto menos difícil resolver cuál de los dos representaba una baja más o menos cara con respecto a esta su capilla, a la alcaldía o al que estuviere al cargo de inquirir, respectivamente.
Éstas historias yo conociera años luego del juicio que se veía inmediato. Casildo, cuyo apellido, por una promesa que le hice, no revelaré jamás, fue prendido y encarcelado temporalmente en la prisión de Navaleja la Menor, perteneciente a Cijara la Siberia Norte Extremeña.



¡Saludos a mi Compadre Alexandre!