sábado, 3 de noviembre de 2018
domingo, 28 de octubre de 2018
¿Quién habría de ser procesado? Fragmento del Libro "Delfín Alonso"
Lo que en resumen significa que Casildo, de alguna forma u otra, conocía a quien sería su verdugo, y no sólo que se defendía, si no que acusaba a éste de ser acomplejado converso, a tal punto que llegara a ocupar un puesto en el cuerpo creado expresamente para purgar a los miembros de su propia raza para desde allí perseguir a los que no se subyugaban como él. Note Vuestra Merced la extrema ironía que aquello, de ser verdad, fuese el caso.

Pongamos
el caso de dos hombres con vidas harto distintas en lo relativo a la
fe. El primero es muy casto, paga su diezmo siempre y no se salta una
misa. Siempre que comete o cree haber cometido pecado, acude de
inmediato a la Capilla y da noticia de su falta, en aras de ser
perdonado. No lleva joya alguna en el cuerpo, todo lo contrario;
sólamente una humilde cruz de madera que lleva al cuello adorna su
vestimenta.
El
segundo hombre es iracundo, gusta de la caza, vive alejado del resto
y de modo autosuficiente con tres hijos varones a las afueras del
poblado. A diferencia del primero, va pocas veces a misa, rara vez se
confiesa, y a veces falla en el diezmo. Ambos hombres, por motivos
irrelevantes, son acusados de criptojudíos, o lo que es lo mismo,
practicar su fe original pasando por alto la nueva habiéndose
convertido.
El
primero se muestra altamente nervioso ante dicha acusación, a tal
punto que poco salva del llanto, y acude rápidamente a su servicio
religioso para que interceda por él.
El
segundo hombre, al ser acusado, se muestra absolutamente tranquilo, y
de hecho en el momento en el que van a por él, hace el amago de
llamar a sus tres hijos y batirse a tiros con los inquisidores, caso
fuere quisieran éstos llevárselo por las malas en contra de su
voluntad.
Ambos
juicios se suspenden, y por alguna razón, los dos hombres se
encuentran finalmente una mañana de domingo en la misma misa, en el
mismo templo. A la salida, sólo uno de ellos es prendido por
sorpresa, llevado a juicio y procesado. ¿Cuál de los dos cree
Vuestra Merced que es el culpado?
La
respuesta es que no hay respuesta por muy claro que parezca, ya que
nunca se dió el caso. Dicho acertijo se hacía, de hecho, para
comprobar la fe del que era cuestionado una vez éste contestara.
Para algunos el primero tenía miedo de ser descubierto, revelando
así su engaño, mientras que el segundo estaba muy seguro de su
hidalguía; no obstante, el primero servía bien a su catecismo,
mientras que el segundo llevaba una vida poco leal a la Iglesia, de
manera que resulta cuanto menos difícil resolver cuál de los dos
representaba una baja más o menos cara con respecto a esta su
capilla, a la alcaldía o al que estuviere al cargo de inquirir,
respectivamente.
Éstas
historias yo conociera años luego del juicio que se veía inmediato.
Casildo, cuyo apellido, por una promesa que le hice, no revelaré
jamás, fue prendido y encarcelado temporalmente en la prisión de
Navaleja la Menor, perteneciente a Cijara la Siberia Norte Extremeña.
¡Saludos a mi Compadre Alexandre!
martes, 11 de septiembre de 2018
miércoles, 6 de junio de 2018
Carta anónima a Julio II tras el ataque de Hernando
“A
Vuestra Santidad,
Con
motivo de un desacuerdo por la herencia de unas tierras que eran muy
mías desde que naciera por derecho y se me fueran arrebatadas en
mano por el usurpador Cesare Figura, tuve yo por buen visto no hacer
irrupción en la Paz que todos ansiamos, sea sólida en los tiempos
venideros, tanto así que busqué el diálogo con mi adversario y
nunca se presentó ante tribunal imparcial, si no que aprovechándose
de sus contactos fue dado en razón por un jurado comprado a golpe de
oro y plata, de manera que elegí beligerar. Para buscarme el triunfo
hice el contrato con D. Roberto Paro, condotiero, que puso a su vez
otros cuatro caballeros y sus respectivas hordas para defenderme de
mi enemigo, Figura. Cosa extraña acaeciera, pues el trabajó
alargose durante los más de los meses, y tuvo aún más extraño
resultado, del cual sepa Vuestra Merced no tengo yo en ningún grado
culpa, pues uno de los caballeros, de nombre Hernando de Ybarra,
español, venció en tan alto grado a mi rival que de ello no puede
sacarse si no la conclusión de que se ayuda de demonios, pues
habiéndose éste guarnecido en el fuerte sin dueño de la tierra de
Carosella, considerado impenetrable, logró en el espacio de un día
arrancar de cuajo medio bastión y esparcir como migajas las
piedrecillas y fragmentos del muro reventado, así como los y restos
de metal que llegan hasta media legua fuera de su lugar inicial,
puesto que adjunto prueba evidente en el cerrojo arrancado de una
puerta yo me encontrase a medio camino de entre Peruggia y el fuerte,
dada la magnitud de la explosión. Por tanto me hallo indefenso y
obligado a pagarle tan obscuro servicio bajo la ley de los hombres
por lo firmado en contrato, no sea la ley de Dios, que yo no soy
pecador ni quiero para mí castigo por semejante grado de violencia.
La
paz sea con vos,
Un
servidor de Firenze.”
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