“A
Vuestra Santidad,
Con
motivo de un desacuerdo por la herencia de unas tierras que eran muy
mías desde que naciera por derecho y se me fueran arrebatadas en
mano por el usurpador Cesare Figura, tuve yo por buen visto no hacer
irrupción en la Paz que todos ansiamos, sea sólida en los tiempos
venideros, tanto así que busqué el diálogo con mi adversario y
nunca se presentó ante tribunal imparcial, si no que aprovechándose
de sus contactos fue dado en razón por un jurado comprado a golpe de
oro y plata, de manera que elegí beligerar. Para buscarme el triunfo
hice el contrato con D. Roberto Paro, condotiero, que puso a su vez
otros cuatro caballeros y sus respectivas hordas para defenderme de
mi enemigo, Figura. Cosa extraña acaeciera, pues el trabajó
alargose durante los más de los meses, y tuvo aún más extraño
resultado, del cual sepa Vuestra Merced no tengo yo en ningún grado
culpa, pues uno de los caballeros, de nombre Hernando de Ybarra,
español, venció en tan alto grado a mi rival que de ello no puede
sacarse si no la conclusión de que se ayuda de demonios, pues
habiéndose éste guarnecido en el fuerte sin dueño de la tierra de
Carosella, considerado impenetrable, logró en el espacio de un día
arrancar de cuajo medio bastión y esparcir como migajas las
piedrecillas y fragmentos del muro reventado, así como los y restos
de metal que llegan hasta media legua fuera de su lugar inicial,
puesto que adjunto prueba evidente en el cerrojo arrancado de una
puerta yo me encontrase a medio camino de entre Peruggia y el fuerte,
dada la magnitud de la explosión. Por tanto me hallo indefenso y
obligado a pagarle tan obscuro servicio bajo la ley de los hombres
por lo firmado en contrato, no sea la ley de Dios, que yo no soy
pecador ni quiero para mí castigo por semejante grado de violencia.
La
paz sea con vos,
Un
servidor de Firenze.”