En un principio iba
a decir: “la sociedad actual está configurada de manera tal que
todos aquellos con una mente brillante se ven obligados a buscar un
trabajo que no quieren para pagarse una vida decente” pero
reflexionando, me dí cuenta de que esto no es así. Es más, el mero
hecho de ‘reflexionar’ debería en sí mismo considerarse un
privilegio,
si vamos a comparar
la sociedad actual con las pasadas, está claro que ninguna ha
abierto más puertas al hombre medio que ésta en todos los campos
habidos y por haber. En el pasado, para reflexionar, pensar o
expresarse de manera particular, se necesitaba primero tener una vida
cómoda. Es obvio, alguien que tiene que trabajar o pensar únicamente
en su supervivencia no puede perder su tiempo en la ambigüedad.
Tiene preguntas muy básicas, que no menos importantes, sino de hecho
fundamentales, para poder sobrevivir. No se pregunta a sí mismo
grandes cuestiones o fundamentos porque no encuentra nada en ello.
Poder adentrarse en
lo considerado desconocido, divagar, cometer errores y volver a
comenzar una y otra vez es un lujo propio de los que pueden
permitírselo. No es casualidad que casi todos los filósofos del
pasado tuvieran de un modo u otro cierta comodidad para poder
meditar. Se necesita primero tener una buena situación económica,
de lo contrario, es imposible pensar.
Cuando era más
joven quería impresionar a la gente con mi inteligencia, aunque en
el momento yo no lo veía así. Pensaba que de verdad les estaba
enseñando algo de provecho, y de hecho lo hice un par de veces o
tres, pero en el fondo era una forma de sostener mi ego, o crearme
una especie de personaje respecto a los demás.
Después de que
pasaran algunos años, me dí cuenta de que todo aquello que pinté
en mi cabeza, todas las ideas, debates y discusiones que tuve conmigo
mismo durante años no valían para nada. No soy ni seré un artista,
y nada de lo que transmita se quedará en la memoria colectiva. La
verdad es que sólo soy un tipo más de la rama más pobre de la
burguesía que tuvo demasiado tiempo para desarrollar una forma de
pensar particular.
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